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(ca) New-Zeland, AWSM: La promesa de Trump de reprimir a la "izquierda radical" tras el tiroteo de Charlie Kirk (de, en, it, pt, tr)[Traducción automática]
Date
Wed, 22 Oct 2025 08:39:43 +0300
El 10 de septiembre de 2025, el panorama político de Estados Unidos se
vio sacudido cuando el activista conservador Charlie Kirk recibió un
disparo mortal durante un evento en la Universidad del Valle de Utah. La
reacción pública fue rápida e intensa. El presidente Donald Trump emitió
una declaración formal, condenando la violencia como un "momento oscuro
para Estados Unidos", culpando a lo que denominó la "izquierda radical"
de fomentar un ambiente de retórica incendiaria y prometiendo medidas
para reprimir a los responsables. Las palabras y acciones de Trump tras
la tragedia han hecho sonar las alarmas entre muchos, especialmente en
la izquierda. La promesa de Trump no se limita a llevar al tirador ante
la justicia, sino que representa un cambio más amplio hacia la represión
autoritaria de la disidencia, la persecución de los movimientos
progresistas y el endurecimiento del poder estatal, algo contra lo que
los anarquistas llevan tiempo advirtiendo.
La reacción inmediata de Trump siguió el guion habitual de dolor
público, encuadre heroico y culpa. Dijo que estaba "lleno de dolor e
ira", que Kirk era una "persona extraordinaria" y calificó su asesinato
de "atroz" y "sombrío". Pero mientras lamentaba públicamente, también
culpó directamente. La "izquierda radical", según Trump, había creado un
ambiente en el que la violencia contra la derecha se normaliza. En sus
palabras, los actores de la "izquierda radical" comparaban a
"estadounidenses maravillosos como Charlie con nazis y los peores
asesinos en masa y criminales del mundo", lo que, según él, contribuía a
la violencia política.
Más allá de la retórica, Trump no se quedó en palabras. Ha reafirmado su
intención de consolidar medidas anteriores diseñadas para reprimir lo
que su administración denomina ideologías subversivas. Ya en 2025, a
principios de su segundo mandato, Trump firmó la Orden Ejecutiva 14190,
titulada "Fin del Adoctrinamiento Radical en la Educación Primaria y
Secundaria", que prohíbe el material educativo considerado
"antiamericano o subversivo", especialmente las enseñanzas relacionadas
con la teoría crítica de la raza y la "ideología de género". En agosto
de 2025, declaró una emergencia criminal en Washington, D. C.,
federalizando las fuerzas del orden y desplegando unidades de la Guardia
Nacional, acciones que la administración justificó como un intento de
restablecer la "seguridad" en medio del aumento de la delincuencia
violenta. Las piezas ya estaban en su lugar. La tragedia de Kirk
simplemente se ha convertido en el catalizador de promesas de medidas
represivas aún más drásticas.
Para los anarcocomunistas, que abogan por una sociedad libre de
estructuras jerárquicas y autoritarias, y en la que las personas se
gobiernen democráticamente, una ofensiva de Trump contra la "izquierda
radical" es profundamente ominosa. ¿Cómo se vería?
1. Criminalización de la disidencia
La historia de la política estadounidense moderna está repleta de
precedentes. Activistas negros, anarquistas, manifestantes pacifistas y
organizadores sindicales han sido vigilados, infiltrados y procesados,
no por violencia, sino por disidencia. Bajo tal represión, se podrían
utilizar herramientas legales, e incluso extralegales, para definir
ciertas ideas, protestas u organizaciones como "subversivas". Se podría
vigilar la libertad de expresión, censurar las universidades y arrestar
a los organizadores. La Orden Ejecutiva sobre adoctrinamiento ya señala
que las escuelas y el profesorado podrían enfrentar consecuencias
legales por enseñar ciertas ideas.
2. Expansión del Estado de Vigilancia
Para reprimir lo que se califica de "izquierda radical", el Estado
debe vigilarlo mediante el monitoreo de redes sociales, la recopilación
de inteligencia, la extracción de datos de redes de activistas y la
infiltración en grupos sospechosos de tener inclinaciones "extremistas".
Los debates sobre qué constituye el extremismo interno ya han creado
herramientas amplias que pueden abarcar muchas acciones progresistas o
de izquierda.
3. Policía y militarización
El despliegue de agentes federales y de la Guardia Nacional con
fines políticos, a menudo bajo el pretexto de controlar la delincuencia,
puede resultar en la militarización de la vida civil. Las redadas
policiales, las detenciones masivas, la aplicación de la ley mediante
controles policiales y las sanciones más severas por las protestas
podrían normalizarse. La conversión del conflicto político en conflicto
policial es un elemento clave del manual autoritario.
4. Supresión dirigida
No todos los actores de la "izquierda radical" son iguales:
anarcocomunistas, activistas ecologistas, sindicalistas radicales,
antiimperialistas. El enfoque de Trump tiende a agrupar a toda la
disidencia de izquierda, de modo que la especificidad resulta
irrelevante. Pero en la práctica, la represión podría dirigirse a grupos
militantes, abiertamente revolucionarios o muy visibles. Medios de
comunicación, colectivos, sindicatos, redes de ayuda mutua, cualquier
organización visible que no se ajuste a las normas, podría caer bajo
sospecha oficial.
5. Cultura política escalofriante
Incluso sin leyes estrictas ni arrestos, la promesa de represión
inhibe la libertad de expresión. El profesorado puede autocensurarse,
los manifestantes pueden evitar participar, los organizadores pueden ser
más cautelosos. La solidaridad se vuelve arriesgada. Los activistas
pueden enfrentarse al ostracismo social o legal solo por su afiliación a
causas controvertidas.
Desde una perspectiva anarcocomunista, que busca la abolición de la
jerarquía, el capitalismo y el poder estatal coercitivo, la represión de
Trump no es simplemente otro ejemplo de represión política; es una
legitimación de una violencia sistémica más profunda.
El anarcocomunismo sostiene que el Estado es una herramienta de poder
de clase. Las leyes, la policía y los tribunales funcionan para defender
los derechos de propiedad y la acumulación de capital, no la justicia
equitativa. Bajo una represión severa, estas herramientas perjudican
desproporcionadamente a la clase trabajadora, las comunidades marginadas
y los disidentes políticos. La promesa de Trump fomenta este impulso
autoritario inherente al expandir los aparatos represivos, legales,
policiales e ideológicos, en nombre de la ley y el orden.
Trump culpa a la retórica de izquierdas por la violencia tras la
muerte de Kirk, pero anteriormente ha apoyado una retórica que demoniza
a los oponentes políticos como enemigos existenciales, una retórica
deshumanizante que puede servir de base moral para la represión. La
culpabilización de Trump de la supuesta retórica izquierdista por la
violencia, y la movilización política simultánea contra la izquierda,
equiparan la disidencia con el peligro. Esta pendiente resbaladiza a
menudo conduce a un castigo sin pruebas. ¿Quién define, en definitiva,
la "izquierda radical"? Las definiciones de Trump -adoctrinamiento,
antiestadounidense, subversivo- ya son peligrosamente amplias. Se
utilizan etiquetas ideológicas para borrar los matices y la disidencia.
Lo que comienza como una crítica a los "extremistas" puede expandirse
rápidamente para abarcar a defensores de las libertades civiles,
anticapitalistas, ecologistas radicales o cualquiera que cuestione el
statu quo.
El anarcocomunismo depende de estructuras horizontales: apoyo mutuo,
autoorganización comunitaria y espacios autónomos independientes del
control estatal o capitalista. Todos estos son vulnerables ante una
represión. Las organizaciones arraigadas en la atención comunitaria, la
ecología radical o la acción directa pueden ser etiquetadas como
extremistas o subversivas, y reprimidas mediante acoso legal, recortes
de financiación o medidas policiales.
Si las promesas se convierten en políticas, como suele ocurrir, las
ramificaciones son profundas. Órdenes ejecutivas como la de Poner Fin al
Adoctrinamiento Radical ya están en vigor y podrían servir de precedente
para ampliar las definiciones de subversión. Las doctrinas legales en
torno a la "expresión peligrosa", la "seguridad nacional" y el "orden
público" pueden ser modificadas.
Una vez introducidas las medidas represivas, estas tienden a perdurar
más allá de su pretexto inicial. Las leyes promulgadas en tiempos de
crisis suelen sobrevivir gracias a la inercia burocrática. Entonces, la
vigilancia, el control ideológico y la aplicación militarizada de la ley
se convierten en elementos habituales de la vida cotidiana.
La promesa de Trump de reprimir a la "izquierda radical" en respuesta al
tiroteo de Charlie Kirk es más que una simple maniobra política.
Amplifica un discurso que confunde la disidencia con la amenaza, la
ideología con la violencia, e invita al poder estatal a reprimir las
voces que teme. Para los anarcocomunistas, comprometidos con una visión
de una sociedad libre de coerción y jerarquía, este momento no debería
ser solo de análisis, sino de movilización feroz.
Por qué debería importarnos esto
Algunos dirán: «Ese es el problema de Estados Unidos. No pasará aquí».
Pero nosotros sabemos que no es así. El capitalismo global está
interconectado. El autoritarismo se extiende. Y nuestra clase dominante
siempre está ansiosa por importar herramientas de represión del
extranjero. Leyes antiterroristas, prohibiciones de protestas, sistemas
de vigilancia... circulan entre Estados Unidos, el Reino Unido,
Australia y Aotearoa como productos de la misma cadena de suministro.
Los políticos neozelandeses ya se hacen eco de la retórica trumpiana.
Atacan a los "activistas radicales" y a los "manifestantes extremistas".
Consideran a cualquiera que cuestione el capitalismo o la colonización
una amenaza para el "orden social". Si Trump normaliza una nueva
"Amenaza Roja" en Estados Unidos, tengan por seguro que llegará a
nuestras costas.
El escenario de pesadilla no es inevitable. La resistencia puede
contraatacar, no solo mediante la protesta, sino también construyendo
relaciones sociales alternativas, desmitificando el lenguaje de la
represión y negándose a internalizar el marco que define el Estado como
radical. Cuando la clase dominante centraliza el poder bajo el pretexto
de la seguridad, corresponde a los movimientos sociales
descentralizarlo, reafirmar la autonomía y confirmar que la disidencia
no es violencia, sino democracia que rechaza sus cadenas.
Publicado en Anarquismo , El Estado Etiquetado Charlie Kirk , Trump
https://awsm.nz/trumps-promise-to-crack-down-on-the-radical-left-post-charlie-kirk-shooting/
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