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(ca) Italy, Umanita Nova #24-25 - El retrato de la salud. Por una nueva medicina territorial (de, en, it, pt, tr)[Traducción automática]

Date Tue, 21 Oct 2025 07:45:16 +0300


LA CRISIS DE LA MEDICINA GENERAL
La crisis de la medicina general comenzó ya en los años cincuenta y sesenta, en tiempos de las mutuas, y se prolonga hasta hoy, incluso después de la creación del Servicio Sanitario Nacional en 1978. Es una crisis de rol y de profesionalidad del médico general que pasó de la figura del antiguo médico de cabecera -experto en todas las artes médicas y conocedor del territorio- a la del médico de la mutua, luego de familia y finalmente de base, cuya competencia se ha ido reduciendo al tratamiento de las enfermedades más simples mientras aumentaba su carga burocrática. ---- Hoy el consultorio del médico de familia, salvo algunas loables excepciones, se ha convertido en poco más que una oficina descentralizada de la ASL, donde se realizan trámites administrativos y se derivan los pacientes hacia especialistas, hospitales y diversas pruebas de diagnóstico. Todo esto ha sido formalizado mediante la asignación de un "presupuesto", un techo de gasto que abarca tanto la prescripción farmacéutica como las pruebas, asignado a cada médico, que así se convierte en un "ordenador de gasto". Se calcula un gasto medio a nivel regional, de ASL, de distrito; quien supera en un cierto porcentaje (aprox. 20 %) ese techo es llamado a dar explicaciones y, en algunos casos, se ve obligado a devolver el exceso de gasto. Esto afecta sobre todo a la prescripción de medicamentos.

El propio régimen ha tomado nota de esta crisis: el Ministerio y los gobernadores regionales empujan -también con incentivos económicos- para decretar el fin del médico de familia individual y fomentar la creación de policlínicos distritales o de barrio, estructuras de diagnóstico inicial compuestas por varias figuras sanitarias (médicos generales, guardia médica, eventualmente especialistas, enfermeros, etc.) y con un mínimo de instrumental médico (electrocardiógrafo, ecógrafo, etc.). Oficialmente, este cambio se justifica por la necesidad de aliviar los servicios de urgencias de la atención a patologías menores, una exigencia sin duda sentida.

Sin embargo, este viraje encuentra varias resistencias: por parte de un cuerpo médico acostumbrado a gestionar de manera autónoma la organización (y los beneficios) de su consulta y que ve en la nueva organización del trabajo -quizá con razón- una antesala de la dependencia y de un mayor control sobre su actividad, organizada además 24 h al día; pero, sobre todo, porque requiere importantes fondos para crear nuevas estructuras, fondos que evidentemente no existen. Las primeras experiencias de este tipo, iniciadas sobre todo en Véneto, enfrentan hoy grandes dificultades porque la Región ha suspendido la financiación.

Además, muchos temen que todo esto provoque una mayor despersonalización del acto médico: una pérdida de la relación directa médico/paciente, similar a lo que ya sucede en los hospitales, como pueden testimoniar numerosas experiencias de enfermos.

La crisis de la medicina general tiene, sin embargo, un fundamento estructural que remite a la parcelación o fragmentación de los saberes típica de la división capitalista del trabajo, un proceso que los obreros fabriles conocen bien desde el taylorismo, si no antes. Esta división favorece, en el ámbito médico, la proliferación de especialidades y ultraespecialidades, es decir, saberes separados que acaban borrando la visión unitaria (u "holística") de la persona y de su propio cuerpo, favoreciendo su fragmentación. Hay especialistas del corazón, del pulmón, incluso del cerebro y de la psique; y cada categoría intenta naturalmente arrimar el ascua a su sardina (donde el "agua" puede significar también flujos de dinero). En este vaivén, el individuo enfermo desaparece.

Es experiencia común de médicos y pacientes pasar de un especialista a otro sin encontrar una visión unitaria del proceso patológico; en todo esto, el médico de medicina general termina siendo un mero ensamblador de visiones parciales construidas por otros (un poco como ocurría con el obrero de la cadena de montaje, salvando las debidas diferencias de clase, por supuesto).

EL P.N.R.R.
En relación con el desastre de la medicina territorial descrito antes, el P.N.R.R. (Plan Nacional de Recuperación y Resiliencia) no promete, a primera vista, nada bueno. La sanidad pública sigue siendo la cenicienta del Plan, que prevé una financiación total para la sanidad de 20,23 mil millones de euros, es decir, apenas un 8 % del total, cuantificable en unos 250 mil millones. Esto resulta aún más preocupante si tenemos en cuenta que el Documento de Economía y Finanzas (DEF) de 2021, aprobado el 22 de abril por ambas cámaras del Parlamento, confirma recortes a la sanidad pública para el trienio 2022-2024 por un total de unos 7 mil millones, además de abrir el camino a una ley para implantar la autonomía regional diferenciada.

En consecuencia, la relación entre el gasto sanitario y el PIB disminuye y se sitúa, al final del período considerado, en un nivel del 6,3 %, cuando en 2021 era del 7,3 %. De los 20,23 mil millones previstos, la mayor parte -11,23 mil millones- se destinará a la modernización tecnológica y digital de los hospitales, con la compra de equipamientos de vanguardia y su digitalización, sustituyendo todo el parque de grandes aparatos sanitarios con más de 5 años, aumentando las camas de cuidados intensivos y modernizando las urgencias (4,05 mil millones). Además, se prevé la adecuación antisísmica de los hospitales (1,64 mil millones) y el refuerzo de las herramientas para la recopilación, elaboración y análisis de datos -es decir, la Historia Clínica Electrónica y la telemedicina- (1,67 mil millones). Una parte menor de esos 11,23 mil millones -3,87 mil millones- se destinará a investigación y formación de personal.

Todo esto confirma la tendencia hospitalocéntrica de la sanidad, origen de muchos problemas durante la pandemia. Apostar por la centralidad del hospital dentro de la estructura sanitaria favorece la concentración de beneficios capitalistas en la sanidad. Para la medicina territorial queda una cifra miserable de 9 mil millones, de la que hay que restar 1,5 mil millones para la compra de vacunas y fármacos anti-Covid y para contratar temporalmente personal sanitario dedicado a la pandemia, y otros 500 millones para una inversión imprecisa llamada "Salud, medio ambiente y clima". Así, al final quedan solo 7 mil millones para intentar recomponer la devastada medicina territorial.

El Plan divide esos 7 mil millones en tres partes:

Casas de Comunidad. Serían centros socio-sanitarios destinados a ser punto de referencia, acogida y orientación a servicios de asistencia primaria. Más allá del lenguaje pomposo, se trata básicamente de los policlínicos distritales o de barrio mencionados antes, cuyo balance hasta ahora ha sido fallido. Este nuevo intento genera poca confianza. Para empezar, "como subraya la ANCI, respecto al plan antiguo el presupuesto para las Casas se ha reducido a la mitad, bajando a 2 mil millones de euros, con la consiguiente reducción del número de centros que se construirán (1 288 frente a los 2 500 previstos inicialmente)". Mal comienzo.

Asistencia domiciliaria. Los miles de millones ahorrados en las Casas se destinan parcialmente a duplicar casi la inversión en atención domiciliaria (4 mil millones). No está claro si este dinero servirá para contratar el personal cualificado necesario para reconstruir una red sólida de asistencia a enfermos crónicos, encamados o afectados por infecciones virales, o si se volverá a entregar a entidades privadas y cooperativas acreditadas que buscan lucrar con la enfermedad. También se mencionan proyectos de telemedicina impulsados por las regiones; aunque algunos aspectos son positivos, pueden acentuar la despersonalización del acto médico.

Hospitales de comunidad. Se prevé la creación de 381 centros de corta estancia "intermedios" entre domicilio y hospital, para descargar a los hospitales de casos de baja complejidad (inversión de 1 mil millones, a realizar antes de mediados de 2026). La intención es loable: estos pequeños hospitales conocen mejor su territorio y pueden practicar medicina preventiva. El problema es que ya existían y la mayoría se cerró entre protestas locales. ¿Habrá realmente una inversión de tendencia? Hay motivos para dudarlo.

En conclusión, las inversiones del P.N.R.R. en sanidad pública, lejos de revertir la tendencia a la empresarialización y privatización de las últimas décadas, parecen acentuarla aún más.

EL PERSONAL, ES DECIR, LOS TRABAJADORES
El Plan prevé que cada Casa de Comunidad cuente con 10 médicos generales, 8 enfermeros y 5 administrativos. Para 1 288 Casas se necesitarán 12 880 médicos, 10 304 enfermeros y 6 440 administrativos, con un coste estimado de 661,5 millones solo para contratar enfermeros y administrativos. Estas figuras deberían incorporarse cuando las Casas estén plenamente operativas, es decir, en 2027. El problema: el PNRR no prevé recursos para financiarlos, ya que su efecto se agota en 2026.

Se supone que el dinero saldrá de "ahorros" derivados de una reorganización sanitaria, pero esto es incierto. Es probable que se obligue a los médicos de cabecera a trabajar parcialmente en las Casas de Comunidad o que se contrate personal precario mediante agencias de trabajo temporal, siguiendo el criticado "modelo Amazon". Incluso es posible que la gestión de las Casas, construidas con fondos públicos, se entregue luego a grupos privados dominantes en el sector sanitario, al estilo del "modelo Región Lombardía".

En cualquier caso, el tan alabado PNRR impulsa -en sanidad como en otros campos- la inversión en capital fijo (edificios, equipos, digitalización), mientras que para el trabajo (capital variable) solo trae más flexibilidad, precariedad y sobreexplotación.

LA HUIDA DE LA SANIDAD PÚBLICA
Está en marcha una verdadera fuga de médicos y enfermeros del Servicio Sanitario Nacional. En Piamonte, por ejemplo, el Colegio de Médicos informa: entre 2017 y 2022 se jubilaron unos 900 médicos de familia, y en los hospitales hay 500 médicos menos que hace diez años; muchos se van al sector privado o al extranjero. En la última convocatoria para contratar enfermeros se presentaron solo 800 candidatos de los 1 000 previstos.

La carencia es dramática en urgencias: en Ciriè (Turín) los médicos llegan contratados a demanda, volando desde Roma y pagados por cooperativas. El personal de urgencias sufre sobrecarga de trabajo y horarios extenuantes, sin mejoras económicas ni organizativas. Los hospitales están bajo presión por el desmantelamiento de la medicina territorial, activo desde hace décadas. Esto genera dudas sobre el destino real de los fondos del PNRR.

Mientras tanto, en Lombardía todo se ha reducido a cortar cintas inaugurales en estructuras ya existentes. A nivel nacional, los datos son alarmantes: entre 2010 y 2020 cerraron 111 hospitales y 113 servicios de urgencias, con 37 000 camas menos. Faltan 29 000 trabajadores hospitalarios, incluidos 4 311 médicos. Al menos 1,4 millones de ciudadanos carecen de asistencia primaria. La escasez de personal genera listas de espera interminables y dificultad para acceder a cuidados, lo que ha aumentado -según el Istat- la mortalidad por cáncer, diabetes, enfermedades neurológicas y circulatorias. Al mismo tiempo crece el número de enfermedades crónicas que requieren más asistencia domiciliaria.

Frente a este desastre, cada región actúa por su cuenta, sin un plan nacional para la sanidad pública; esto empeorará con la futura ley de autonomía regional. Calabria prevé contratar 500 médicos cubanos; en Mussomeli (Sicilia) tres de seis departamentos están cerrados y se buscan diez médicos argentinos. En Lazio, la sanidad privada concertada (AIOP) exige aumentar tarifas, alegando el coste de la energía. Es un síntoma más de la privatización salvaje, acelerada durante la pandemia, cuando en los hospitales públicos se cerraron servicios y se suspendieron millones de prestaciones, desviadas al mercado privado.

Los datos hablan: 1,36 millones de hospitalizaciones ordinarias menos, 1,73 millones menos de hospitalizaciones de día; en el territorio se realizaron en 2020 unas 282,8 millones de prestaciones menos que diez años antes.

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LA MEDICINA DEL TERRITORIO
Como decía antes, el régimen ha tomado conciencia de la crisis de la medicina general pero, en sus propuestas, no va más allá de una red de policlínicos o Casas de Comunidad que, si se llegan a realizar, solo podrían garantizar como mucho un diagnóstico precoz y una terapia más rápida. No está previsto que estas estructuras constituyan una verdadera red de detección de factores de riesgo y de prevención en el territorio.

Las distorsiones y convulsiones sociales producidas por el modelo de desarrollo capitalista y por su crisis han transformado profundamente la geografía social. El aumento de la esperanza de vida ha generado un número creciente de personas mayores que necesitan asistencia. Las ASL han abandonado por completo el sector de la atención domiciliaria, pues ya no disponen de personal adecuado y se limitan a dar bonos o vales para acceder al mercado de cooperativas de asistencia acreditadas por la Región.

Estas cooperativas, repartidas según cuotas de poder (en Lombardía predominó durante años la componente CL - Compagnia delle Opere), ofrecen asistencia domiciliaria explotando a su personal bajo las reglas habituales de los contratos externalizados. Por otro lado, la atención a ancianos alimenta el floreciente mercado de cuidadoras (badanti), en su mayoría migrantes extracomunitarias sujetas a múltiples chantajes por su condición, o el "negocio" de las residencias sanitarias asistidas con cuotas desde 2 500 EUR mensuales en adelante. En cualquier caso, el cuidado de los mayores queda delegado a la familia o al sector privado social, desmontando el bienestar estatal.

Aumentan también las enfermedades crónicas como hipertensión y diabetes, debidas sobre todo a una alimentación inadecuada y alimentos cada vez más adulterados, o a estilos de vida patógenos ligados al estrés laboral, la precariedad, problemas económicos y nuevas pobrezas. Cada malestar social o psíquico se medicaliza, alimentando la ingenua esperanza de que todo problema se resuelva con una pastilla milagrosa (recuerdo aquí una canción de Renato Carosone, muy popular en los años sesenta). En este caos desaparece la prevención.

En medicina casi no se habla de contaminación ambiental y laboral, de residuos químicos, enfermedades causadas por ondas electromagnéticas (móviles, antenas, repetidores, cables eléctricos, etc.), radiaciones nucleares (tras Chernóbil y la guerra de Yugoslavia con bombas de uranio empobrecido en el Adriático aumentaron mucho las enfermedades tiroideas), enfermedades psíquicas por estrés laboral, acoso (mobbing) y relaciones sociales cada vez más conflictivas. Esta situación ha empeorado con la privatización progresiva de las estructuras sanitarias, por lo que reclamar una sanidad pública y gratuita sigue siendo justo: desde la perspectiva obrera se trata de salario indirecto.

Una auténtica medicina territorial debe ser principalmente preventiva y abordar todos estos problemas con mentalidad abierta, conectándose con colectivos vecinales, asociaciones ecologistas y movimientos por una alimentación natural. Todo esto exige una transformación profunda de las relaciones sociales y de la cultura dominante que un capitalismo en crisis estructural no parece capaz de realizar.

Sería necesario recuperar las formas de autogestión de la salud propias del primer movimiento obrero, que resurgieron en las luchas de los años setenta. Vale la pena recordar aquellas luchas contra la nocividad en fábrica, la creación de grupos homogéneos de riesgo que valoraban la subjetividad obrera frente a la supuesta objetividad de técnicos sanitarios y médicos de empresa. También las luchas de los colectivos feministas por la autogestión de los consultorios, la anticoncepción y la libertad de decisión de las mujeres sobre su cuerpo y su salud, contra el poder médico.

Es necesario relanzar los lemas que caracterizaron las últimas movilizaciones por el derecho a la salud: "LA SALUD NO ES UNA MERCANCÍA - LA SANIDAD NO ES UNA EMPRESA", para lograr una medicina verdaderamente preventiva y una sanidad que deje de ser fuente de beneficio para capitalistas públicos y privados.

Visconte Grisi

https://umanitanova.org/il-ritratto-della-salute-per-una-nuova-medicina-del-territorio/
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