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(ca) Movimiento Libertario Cubano (MLC): reflexiones en torno a la VI y la nueva izquierda latinoamericana
Date
Sun, 28 Aug 2005 00:04:37 +0200 (CEST)
de http://www.red-libertaria.net/noticias/index.php
[* El MLC presenta a consideración y debate colectivo sus reflexiones en
torno al pronunciamiento hecho público en julio de 2005 por el EZLN, en el
estado de Chiapas, México]
El 1º de enero de 1994 entraba en vigencia el Tratado de Libre Comercio
entre los Estados Unidos, Canadá y México; y, junto con el nuevo año, para
aguar la fiesta de los poderosos, irrumpieron también en el escenario
histórico, desde las entrañas mismas de la olvidada Selva Lacandona, ?el
fuego y la palabra? de los rebeldes zapatistas. En ese entonces, el mundo
entero parecía transitar sin demasiados sobresaltos ni enérgicas
contestaciones hacia el ?fin de la historia? y lo hacía por el camino de
la ?globalización? y el neoliberalismo; es decir -para no olvidarlo y
suponer erróneamente que esas palabras todo lo explican-, por el sendero
de las que no son más que las formas presentes asumidas hegemónicamente
por el sistema estatal de cuadriculación de los pueblos y el capitalismo
transnacional; o sea, los modos actualmente prevalentes de dominación y
explotación a gran escala. En un contexto tan escasamente esperanzador, la
irrupción zapatista significó un vigoroso soplo de aire fresco y una
estruendosa confirmación -anticipada, naturalmente, en innumerables pero
menos resonantes gestos de resistencia a lo largo y a lo ancho del mundo-
de que la historia seguía su curso y de que nada había detenido la lucha
de los pueblos. Así fue saludada desde un primer momento por agrupaciones
izquierdistas de diversos pelajes y trayectorias y así fue recibida
también por el Movimiento Libertario Cubano, habiendo prestado entonces
nuestro apoyo inicial a proyectos comunitarios específicos en la Selva
Lacandona como el de la Escuela Anti-autoritaria 1º de Mayo o el
Campamento de Solidaridad Directa Mártires de Chicago. Para nosotros,
tanto en aquellos primeros tiempos como ahora, la emergencia y el
desarrollo del Ejército Zapatista de Liberación Nacional y los hechos que
éste ha producido se vuelven comprensibles y reclaman una mirada especial
en tanto parte de la emergencia y el desarrollo de una nueva izquierda
revolucionaria latinoamericana. Es la conformación, el perfil y las
orientaciones de esa constelación de agrupaciones y prácticas rebeldes lo
que constituye una de nuestras preocupaciones básicas y por ello no
podemos menos que inscribir en ese marco nuestra toma de posición sobre el
recorrido del EZLN y su desembocadura en la reciente Sexta Declaración de
la Selva Lacandona; como también sobre su tratamiento y sus derivaciones.
Así lo haremos, entonces, con las solidaridades y los respetos que el
movimiento zapatista se ha ganado por méritos propios y cuya proclamación
es innecesaria; pero también sin ahorrarnos -en lo que sería una
inconcebible demostración de demagogia y oportunismo- las anotaciones
críticas que nos parezcan particularmente oportunas en tanto aportes a
este lento y trabajoso proceso de consolidación de la nueva izquierda
revolucionaria latinoamericana.
¿Cuál izquierda y dónde encontrarla?
Comencemos por el principio y démosle respuesta a la madre de todas las
preguntas: ¿qué cosa es esa nueva izquierda revolucionaria latinoamericana
de la que hablamos? En principio, no hay duda que esa izquierda es la que
no ha renunciado a la utopía ni de palabra ni de hecho y la que, a pesar
de los pesares, encuentra en ella su principal aliento; una utopía que
puede definirse, en trazos muy generales, como una espesa trama de
relaciones de convivencia entre seres libres, iguales y solidarios; una
utopía capaz de identificar sus lejanos y venerables antecedentes y de
recuperarlos enaltecidos en su imprescindible actualización. Esa izquierda
que se nutre no sólo de la anhelada plenitud propia sino también del vacío
ajeno y crece en el desesperanzado y ancho espacio abierto por los
estruendosos fracasos del ?socialismo realmente existente? y por la
inmediata defección de la anti-utopía neoliberal. Es la izquierda que ha
aprendido a reconocer y a mirar de soslayo los estrechos y marchitados
senderos dejados por el vanguardismo de corte guerrillero luego devenido
en partido único y excluyente, el populismo civil o militar y el
reformismo de corte o inspiración social-demócrata; la izquierda que no se
siente representada por ninguna autoridad ?revolucionaria? y que cuestiona
el concepto mismo de ?representación?; que se busca a sí misma entre los
clamores del ?¡Que se vayan todos?! y la promesa susurrante de ?cambiar el
mundo sin tomar el poder?; la izquierda que se apoya en la autonomía
innegociable de los movimientos sociales de base como matriz de un mundo
nuevo y que encuentra en la autogestión y en la acción directa su más
genuina forma de ser. Una izquierda de la que, seguramente, el EZLN quiere
formar parte y que, en abierta reciprocidad, encuentra en él una de sus
expresiones de más amplia visibilidad.
Ahora bien; ni esa nueva izquierda ni el EZLN son edificios terminados que
respondan a un riguroso y prolijo plan de construcción sino que deben ser
concebidos como obras en marcha, pautadas aquí y allá por dudas
inevitables y por invenciones que se fundamentan en las necesidades de
unas prácticas rabiosamente antagonistas. El EZLN, por ejemplo, se vuelve
comprensible si es ubicado como un movimiento guerrillero de transición.
Su origen está más o menos marcado por las constantes propias de las
guerrillas latinoamericanas de los años 60 y 70: la ?liberación nacional?
como concepto constitutivo, el orgullo de llamarse y sentirse ?ejército?,
la mística de las ?comandancias?, ciertas reminiscencias simbólicas, etc;
constantes no precisamente exitosas y sobre las cuales el EZLN no parece
haber practicado todavía el ejercicio de una crítica en profundidad. Pero
su propio contexto de actuación lo fue llevando a adoptar un perfil que ya
no responde ni total ni preferentemente al viejo modelo. Y no sólo porque
la ?guerra de liberación? en su sentido clásico duró apenas 12 días sino
porque ya el 1º de enero de 1996 -en la Cuarta Declaración- el EZLN nos
daba la alegre sorpresa de llamar a la constitución de ?una fuerza
política que no sea un partido político? e indicar que tampoco aspirara a
la toma del poder. Para decirlo en nuestros propios términos de
demarcación: ni el viejo vanguardismo guerrillero ni el reformismo
socialdemócrata. Ni -mucho menos, por supuesto- los manes del
salvacionismo populista que difícilmente se sintieran a gusto entre las
anónimas cotidianeidades de la Selva Lacandona. Lo que ya en ese entonces
comenzaba a adquirir la mayor relevancia es casualmente lo que a nosotros
más nos interesa destacar como piedra miliar de la nueva izquierda
latinoamericana: la autonomía de los movimientos sociales de base; una
autonomía que, en el radio de acción chiapaneco del EZLN, es la de las
comunidades de los pueblos originarios.
Marchas y contramarchas del zapatismo
En la compleja andadura del EZLN han convivido desde un principio, por lo
tanto, las luces y las sombras. Buscando legítimamente ensanchar su
respiración y proyectar su lucha a la totalidad del Estado mexicano, el
EZLN alternó o hizo convivir guiños y miradas de cierta confianza a la
institucionalidad dominante con la consolidación y la expansión de su
desarrollo regional autónomo. Las primeras no produjeron otra cosa que
reconocimientos mediatizados, pactos incumplidos, aplazamientos,
dilatorias y fracasos; las segundas, por el contrario, cimentaron su
arraigo en su esfera de influencia inmediata. Y, así como las primeras
condujeron a la formación episódica de grandes superestructuras políticas
que voluntaria o involuntariamente quedaron libradas a la dinámica del
Estado o a su entorno implícito de actuación y luego atrapadas en sus
mallas de acero (Convención Nacional Democrática, Movimiento de Liberación
Nacional, Comisión de Concordia y Pacificación, etc.), las segundas
propiciaron desde agosto del 2003 en adelante la emergencia de un mayor
protagonismo de las comunidades zapatistas y una quizás saludable
redefinición del EZLN; apuntando ahora en este plano -aunque nunca del
todo ni con energías uniformemente convincentes- a situarse más como
acompañante que como innecesario primer violín. Ha sido esta forma
alternativa de pensar la política y este último curso de acción el que
permitió la formación de las cinco regiones autónomas en Chiapas y de las
(no muy bien) llamadas juntas de buen gobierno; un reordenamiento de los
protagonismos que dista de haber sido resuelto y que mucho tiene que ver
con los debates y problemas de la nueva izquierda revolucionaria
latinoamericana. Luces y sombras, entonces, a través de las cuales el EZLN
ha puesto de manifiesto la fusión, sin un plan preconcebido, de elementos
viejos y nuevos; combinando -algo bien propio de un movimiento de
transición, tal como lo hemos caracterizado- algunas de las prácticas de
un ejército guerrillero convencional con las imprescindibles osadías que
reclaman las organizaciones de base en la auto-construcción de sus
autonomías. Un juego de luces y de sombras que no deja de ejercer sus
efectos también sobre la Sexta Declaración y "la otra campaña"; a las que
convendrá pasar de inmediato.
Cabe comenzar siendo ecuánimes y concordantes: si hay algo que el EZLN ha
dejado perfectamente bien claro en su Sexta Declaración de la Selva
Lacandona es que se siente defraudado y que los principales agentes del
fiasco son los partidos políticos institucionales, con sus dirigentes en
primera fila. Las palabras en tal sentido dejan poco espacio para exégesis
demasiado complicadas e innecesariamente sinuosas: ?los políticos
demostraron claro que no tienen nada de decencia y son unos sinvergüenzas
que sólo piensan en ganar sus buenos dineros como malos gobernantes que
son. Esto hay que recordarlo porque ya van a ver ustedes que ahora van a
decir que sí van a reconocer los derechos indígenas, pero es una mentira
que echan para que votemos por ellos, pero ya tuvieron su oportunidad y no
cumplieron.? Oportunidades e incumplimientos que -todo hay que decirlo y
con idéntica claridad- recorren país por país la biografía de la
democracia ?representativa? y se incorporan con ribetes propios a una
hipotética historia universal de la infamia. Siendo así, es correcto que
el EZLN quiera dejar fuera de sus expectativas de una vez por todas al
sistema institucional de partidos, trace una nítida línea divisoria en tal
sentido y oriente su mensaje en otra dirección: ?un nuevo paso adelante en
la lucha indígena sólo es posible si el indígena se junta con obreros,
campesinos, estudiantes, maestros, empleados... o sea los trabajadores de
la ciudad y el campo.? O diciéndolo de otro modo, yendo más allá todavía y
ampliando el espectro de movimientos resistentes: ?en esta globalización
de la rebeldía no sólo aparecen los trabajadores del campo y de la ciudad,
sino que también aparecen otros y otras que mucho los persiguen y
desprecian por lo mismo de que no se dejan dominar, como son las mujeres,
los jóvenes, los indígenas, los homosexuales, lesbianas, transexuales, los
migrantes, y muchos otros grupos que de por sí hay en todo el mundo pero
que no vemos hasta que gritan que ya basta de que los desprecien, y se
levantan, y pues ya los vemos, y los oímos, y los aprendemos.? Una red de
opresiones, de exclusiones y de dolores parece estar en la base de las
preocupaciones y de los deseos del EZLN; y tal vez hasta pueda sentirse
que la propia Selva Lacandona palpita por detrás y por debajo de esas
palabras; unas palabras que no por ser deliberadamente sencillas dejan de
tener un significado entrañable y profundo a la vez.
Se puede coincidir prácticamente por entero también con el horizonte
inmediato: la articulación más o menos estable de esos movimientos
resistentes detrás de un programa izquierdista de lucha y la puesta en
marcha colectiva de una ?campaña nacional para la construcción de otra
forma de hacer política?. Otra forma de hacer política: la cual debería
ser entendida como francamente distinta de aquella desarrollada en forma
descarada y contumaz por los partidos electoralistas; siempre embarcados
en esa rítmica y espasmódica sucesión de promesas seductoras, de amnesias
incalificables y de justificaciones posibilistas. He aquí, por ejemplo,
una nueva arremetida zapatista: ?Y los partidos políticos electorales no
nada más no defienden, sino que primero que nadie son los que se ponen al
servicio de los extranjeros, principalmente de los de Estados Unidos, y
son los que se encargan de engañarnos, haciéndonos que miramos para otro
lado mientras venden todo y se quedan ellos con la paga?. Juicios
ilevantables y lapidarios éstos que la Sexta Declaración quizás extiende
con ciertos matices también al sindicalismo burocrático y de vocación
entreguista: ?Y si el trabajador estaba en un su sindicato para demandar
sus derechos legalmente, pues no, que ahora el mismo sindicato le dice que
hay que apechugar que bajan el salario o la jornada de trabajo o quitan
prestaciones, porque si no pues la empresa cierra y se va para otro país?.
Una forma distinta de hacer política, entonces, sobre la cual no se hacen
demasiadas especificaciones pero que seguramente debe ser entendida como
una opción por la democracia directa antes que por las ?representaciones?
jerarquizantes y cristalizadas; una opción por la participación activa de
la gente con sus potencialidades a cuestas antes que por la exclusión
sistemática de la que siempre se benefician los tecnócratas y los
?sabihondos?; una opción por la sinceridad, el diálogo entre iguales y la
elaboración compartida de aquellos sueños que habrán de ser comunes antes
que por esa insensible y absurda feria de vanidades donde la simulación y
la mentira campean a su antojo. La Declaración no lo dice, pues, pero
tales cosas bien pueden darse por sobre-entendidas en tanto ellas parecen
ser el auténtico camino de formación y desarrollo de las comunidades
indígenas zapatistas; las marcas esenciales de su existencia y de su
consolidación.
Cambio constitucional: una salida a ninguna parte
Que no haya definiciones excesivas ni un detallado y sofocante programa al
que suscribirse es un hecho saludable, puesto que la presencia de tales
cosas sería más una invitación a la adhesión que al diálogo; una
consideración de los movimientos sociales de base de la sociedad mexicana
más como un auditorio o un recipiente sin contenidos que como un tejido
vivo y activo, capaz de producir sus propias palabras y sus propios
fuegos. No obstante hay sí un único elemento programático que el EZLN
parece tomar como axiomático y tácitamente consensuado, un elemento que
puede ser fuente de errores de apreciación y equivocaciones estratégicas
múltiples: ?una nueva Constitución?. ¿Será ésta una forma elíptica de
referirse a las bases constituyentes de una nueva sociedad mexicana y, por
lo tanto, el planteo incluye la convicción de que ello requiere ni más ni
menos que una subversión radical de sus relaciones de poder? ¿O acaso se
trata de embarcar a los movimientos sociales autónomos detrás de una
reforma constitucional convencional cuyos trámites y reglas de juego ya
están previamente definidos en la normativa vigente y, por ende, sujetados
de antemano en esas mismas relaciones de poder? Por lo pronto, parecería
que el EZLN sostiene una concepción nostálgica de la Constitución mexicana
que no resiste un análisis en profundidad. Veámoslo: ?la Constitución ya
está toda manoseada y cambiada. Ya no es la que tenía los derechos y las
libertades del pueblo trabajador, sino que ahora están los derechos y las
libertades de los neoliberalistas para tener sus grandes ganancias. Y los
jueces están para servir a esos neoliberalistas, porque siempre dan su
palabra a favor de ellos, y a los que no son ricos pues les tocan las
injusticias, las cárceles, los cementerios.? ¿Pero es que México tuvo
alguna vez una Constitución que consagrara realmente, sin cortapisas y en
la más cabal extensión de los términos ?las libertades del pueblo
trabajador?? Este tipo de apreciaciones quizás llevan a pensar que el EZLN
ha comprendido muy bien las articulaciones de poder que distinguen a los
partidos políticos estatales pero que todavía no ha aquilatado lo
suficiente aquellas que distinguen al Estado mismo. Y, sin embargo, no hay
misterios en esto y también puede expresarse, parafraseando la prosa de
Marcos, con palabras bien sencillas: los partidos son como son porque el
Estado es como es.
Que el Estado es una estructura específica de dominación, una forma
jerárquica y codificada de las relaciones sociales de poder y un aparato
pensado para perpetuarse a sí mismo es algo que debería estar fuera de
toda discusión. Siendo así, la correcta descripción que el EZLN hace del
sistema estatal de partidos no puede fundarse solamente en la
malevolencia, el carácter perverso o la venalidad de sus dirigentes sino
que debe encontrar una parte sustancial de su explicación en el hecho de
que tales partidos establecen su orientación básica como una operación de
captura de las riendas del Estado. Y precisamente por eso es que tales
partidos adoptan una configuración que reproduce puntualmente al Estado en
su propia escala de actuación: es por eso que los mismos se constituyen
como instancias de control y disciplinamiento de sus afiliados; es por eso
que asignan atribuciones diferenciales a cada uno de los órganos de su
existencia piramidal; y es por eso también que creen que su supervivencia,
más allá de cualquier consideración histórica y social, debería ser vivida
por los ?votantes? -los propios y los ajenos- como una bendición del
cielo. Los anarquistas estamos convencidos de estas cosas desde hace más
de 130 años y la experiencia histórica subsiguiente no ha hecho más que
confirmar puntualmente aquellas viejas intuiciones; y lo ha hecho sin que,
desde entonces, se haya presentado una sola excepción ante nuestra ansiosa
y expectante mirada. Más aún: si antiguamente se decía que ?el poder
corrompe? hoy podemos decir incluso que la mera aspiración al poder
también lo hace, por anticipado y con holgura suficiente.
En esto hay que ser claros y coherentes. ¿Cómo se compagina, entonces, el
EZLN que dice ?nosotros peleamos por ser libres, no por cambiar de amo
cada seis años? con el EZLN que habla de ?una nueva Constitución?? ¿Acaso
una Carta Magna pactada y transada necesariamente con la organización
estatal presente, según el sentido tradicional de la expresión, puede
congeniarse con la pelea por la libertad? Parecería que no; y parecería
también que la orientación correcta es exactamente la contraria: la pelea
por la libertad comienza con la forja autonómica de los movimientos
sociales de base y se desarrolla en ella, mientras que la búsqueda
negociada de una nueva Constitución está condenada a empantanarse en los
tortuosos vericuetos del Estado y en sus incesantes traqueteos. Una
conclusión para la que no hace falta ningún estudio erudito de política
comparada sino que alcanza y sobra con la propia experiencia del EZLN en
parecidas materias. El fundamentado y radical rechazo que se ha hecho del
sistema estatal de partidos es un paso conceptual de importancia que ahora
sólo requiere de su complemento necesario: el rechazo de la angosta senda
estatal que permita transitar sin compromisos, ataduras o distracciones
por el fértil camino de la autonomía. Es esa autonomía de los movimientos
sociales, asentados todos ellos en el marco de actuación territorial que
resuelvan darse, la condición libertaria por excelencia: una autonomía que
requiere emanciparse de todo poder omnisapiente, externo y superior para
que cada colectivo pueda trazarse, con el mayor margen de libertad
posible, sus propios objetivos, sus propias relaciones de convivencia y
sus propios cursos de acción; sin condicionamientos ni extorsiones,
pensándose a sí mismos y a sus devenires y confiando antes en sus propias
capacidades que en predestinaciones, mesianismos, ingenierías,
conspiraciones o casualidades que -ya se sabe- no condujeron, no conducen
y no conducirán a parte deseable alguna.
Porque todos podamos ?caminar preguntando? y ?mandar obedeciendo?
Muchas más cosas podrían discutirse solidariamente con el EZLN a propósito
de su Sexta Declaración; o, mejor aún, hacerlo con las comunidades
zapatistas en pleno y, en general, sobre las vidas y las luchas de los
pueblos.
Nos gustaría, por ejemplo, profundizar bastante más sobre la
?globalización? y el neoliberalismo, de modo que entre todos podamos
trazarnos un mapa del mundo que no es representable exclusivamente en
blanco y negro, ver que en la arena de este circo hay algo más de dos
gladiadores y que es necesario identificar toda una trama de relaciones
locales que se articulan por conveniencia propia y no por pura obsecuencia
con los grandes centros de poder mundial. Porque, en definitiva, el
capitalismo también tiene en México su carta de ciudadanía y su faceta
transnacional específica, sin la imperiosa necesidad de que sea un agente
externo el que le dé vida, lo impulse y lo proyecte. Y consideraciones de
ese tipo nos permitirían poner en común, casi con íntegra certeza, la
convicción de que no sólo los políticos entreguistas y sus corruptelas son
los responsables de la situación sino que además hay una cierta gama de
capas sociales que también se desvelan por el mantenimiento del statu quo.
Tal vez ello nos llevaría a compartir definiciones mucho más marcadamente
anticapitalistas, antiestatistas y antiburocráticas que quizás el EZLN ya
se haya formulado para sus adentros pero que todavía no ha puesto
rotundamente de manifiesto.
Nos gustaría reflexionar fraternalmente también sobre una frase de la
Sexta Declaración a la que asignamos especial importancia y que ilustra
uno de los rasgos distintivos del EZLN durante todo este tiempo: ?o sea
que arriba lo político democrático mandando y abajo lo militar
obedeciendo. O tal vez es mejor que nada abajo sino que puro planito todo,
sin militar, y por eso los zapatistas son soldados para que no haya
soldados.? Porque, realmente, si fuera ?puro planito todo? nadie manda y
nadie obedece sino que cada cual actúa a partir de sus convicciones, de
sus posibilidades y de sus compromisos con los acuerdos libremente
adoptados. Y diríamos también que es paradójico y peligroso eso de que
haya soldados para que no haya soldados puesto que entonces -¡qué lío con
las palabras!- siempre tendríamos que contar con algunos soldados para que
no hubiera más soldados. Porque parece mucho mejor, más directo y más
claro decir que somos anti-militaristas; y luego trabajar realmente, de
lleno y sin medias tintas por la disolución de todos los ejércitos.
Nos gustaría discutir más detenidamente con nuestros compañeros de la
Selva Lacandona los motivos por los cuales estamos entusiasmados con la
idea de reunir a los movimientos sociales mexicanos en una red amplia y
sin exclusiones. Pero, incluso así, querríamos mantener una respetuosa
discrepancia respecto a un procedimiento que tal vez no sea el mejor. En
efecto, creemos que esa red no debería tener centro alguno y, precisamente
por eso, el EZLN no tendría que haberse auto-atribuido el papel de
coordinador inicial, asignándose a sí mismo la administración de un
diálogo en rueda donde los participantes han sido previamente
categorizados y se reúnen según las disposiciones de fecha, lugar y agenda
decididos por el CCRI. Seguramente habría sido mejor que las fechas
hubieran surgido de una vasta consulta previa, que el lugar fuera
equidistante y que la agenda de partida no resultara ser otra cosa que el
libre fluir de una palabra plural e irreductible. Pero quizás tampoco
quepa desconfiar de las intenciones y sí pensar que esta convocatoria no
es más que una urgida necesidad fundacional y que no faltarán
oportunidades en el futuro para que las cosas sean de otro modo.
Cuba: tan cerca de Chiapas y tan lejos del EZLN
Nos gustaría extendernos sobre estas cosas y muchas otras, pero no parece
oportuno ahora más que dejarlas planteadas. Sin embargo, hay un tema que
no podemos soslayar en este momento y que, en tanto Movimiento Libertario
Cubano, nos interesa directa y especialmente. Nos parece magnífico que el
EZLN ponga de manifiesto su solidaridad con los pueblos en lucha de
América Latina y del mundo y bien podemos hacer nuestras sus declaraciones
en tal sentido. Incluso, en la medida que las luchas de los pueblos están
en todas partes, creemos que es una buena imagen literaria sostener que no
se sabe muy bien dónde entregar los testimonios solidarios del EZLN. Lo
que no queda claro, entonces, es el mecanismo ideológico y político por el
cual todos los pueblos del mundo son ?inubicables? mientras que el pueblo
cubano sí puede encontrar su sede, su residencia natural y su legítima
representación en la embajada de su gobierno en Ciudad de México.
Planteadas las cosas de este modo es como si el EZLN interrumpiera casi
todos sus conceptos, prácticas y aprendizajes en el momento mismo de
?desembarcar? en Cuba. Porque ¿qué vinculación natural y coherente puede
haber entre un planteo que apunta a exaltar el tejido de la sociedad
mexicana a través de sus movimientos sociales de base y otro que supone
que su equivalente cubano se encuentra enteramente absorbido por su
gobierno? Más aún, ¿el EZLN cree que el gobierno cubano encarna el modelo
de la nueva izquierda revolucionaria latinoamericana o que está dispuesto
a participar del mismo así sea como discreto acompañante? ¿El EZLN
considera que hay que hacer en México lo mismo que ha hecho el Partido
?Comunista? en Cuba? ¿El EZLN no supone que es contradictorio e
inconsecuente emparentar solidariamente la autonomía de las comunidades de
base con un régimen centralizador y excluyente? ¿El EZLN no piensa que la
expresión del pueblo cubano puedan ser organizaciones populares autónomas
cuya emergencia el gobierno se encarga meticulosa y sistemáticamente de
evitar por medio de la represión preventiva? ¿Qué respuestas de fondo, en
definitiva, puede dar el EZLN a interrogantes de tanta gravitación?
Pero, además, el EZLN no puede desconocer ni haber olvidado que durante
cuatro largas décadas los gobiernos cubano y mexicano mantuvieron
relaciones carnales; uno de cuyos mejores momentos seguramente puede
encontrarse en torno al silencio cómplice del gobierno cubano respecto a
la matanza de Tlatelolco en 1968 y al envío de deportistas a las
olimpíadas inmediatamente subsiguientes; aun a pesar de los llamados al
boicot de las mismas a que entonces convocara la izquierda mexicana. Una
relación carnal inter-estatal a la que no le cuesta encontrar su
personificación en la amistad de Fidel Castro y Carlos Salinas de Gortari;
una parte de cuya fortuna -amasada gracias al expolio de trabajadores
mexicanos- es hoy invertida en territorio cubano. A partir de estos
antecedentes y de muchos de similar talante, al EZLN no debería resultarle
difícil constatar que, para la élite dirigente cubana, el eje de las
relaciones internacionales no está constituido por las luchas de los
pueblos sino que esas luchas son reinterpretadas a voluntad según el tipo
de vinculación que el partido monopólico defina tener con el resto de los
gobiernos; siempre y cuando éstos puedan aportarle algo de oxígeno a su
capacidad de sobrevivencia. ¿Cómo se explica, si no, que la diplomacia
cubana haya apoyado las luchas contra el apartheid en Sudáfrica y también
se haya solidarizado casi hasta la extremaunción con el régimen de Suharto
en Indonesia, que mantenía una situación parecida en Timor del Este? ¿Qué
coherencia puede haber entre suscribirse al derecho de los pueblos
africanos a definir su destino y al mismo tiempo enviar tropas de
ocupación a enfrentarse a los independentistas eritreos según las
necesidades del ajedrez soviético o, ya en un registro virtualmente
paródico, entrenar a la escolta militar de Idi Amin? ¿Qué justificación
tiene el gobierno cubano para enviar a su vicepresidente a participar en
el Foro de Davos y luego al presidente de su Asamblea Nacional a protestar
en Porto Alegre contra ese mismo foro? ¿Cómo puede ser que se condene con
tanto énfasis el racismo en la Conferencia Mundial de la ONU realizada
sobre el tema en Durban y luego se rechacen todas las invitaciones para
analizar las razones por las cuales hay una sobre-representación de
personas negras en las cárceles cubanas? Y así sucesivamente; hasta donde
pueda llegar la curiosidad crítica de quien sea.
A todo esto: ¿hace falta que se le recuerde al EZLN las condiciones de
vida del pueblo cubano y su imposibilidad absoluta de organizarse
autónomamente o tan siquiera de expresarse para enfrentar esa situación?
Pensamos que toda referencia concreta al respecto es innecesaria en este
momento y queremos creer que la mención a la embajada del gobierno cubano
en Ciudad de México no es mucho más que un acto fallido; un lapsus que
puede ser enmendado cuando se presente la primera oportunidad. Y queremos
creerlo así porque lo que está en juego es mucho más importante y así lo
hemos insinuado desde un principio. Repitámoslo y tengámoslo presente de
aquí en más: lo que importa es la conformación, el perfil y las
orientaciones de una constelación de agrupaciones y prácticas rebeldes que
hoy están en condiciones de nutrir a la nueva izquierda revolucionaria
latinoamericana. En ese trabajo de creación no puede haber descuidos ni
ligerezas ni frases de cortesía. En ese trabajo de creación el gobierno
cubano no tiene nada para aportar porque los únicos mensajes genuinos que
nos permitirán avanzar en el camino de la libertad no habrán de partir de
los despachos burocráticos de La Habana sino de bullicios y estrépitos que
surgen bien de abajo y que abajo mismo encuentran sus ecos inconfundibles.
Es allí donde están los ?forajidos? ecuatorianos, la resistencia mapuche,
los regantes cochabambinos, las fábricas recuperadas en Argentina, las
ocupaciones de tierras en Brasil y, por supuesto, también las búsquedas y
ensayos que hoy mismo tienen lugar en la Selva Lacandona.
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