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(ca) Italy, Sicilia Libertaria: Salud pública: una destrucción planificada (de, en, it, pt, tr)[Traducción automática]

Date Thu, 21 Mar 2024 08:11:39 +0200


Ahora se sabe que el NHS está atravesando una crisis sistémica, agravada de gobierno en gobierno, que se parece cada vez más a una metamorfosis planificada. La institución del NHS se remonta a 1978, un período en el que el capitalismo ya se estaba reorganizando en un sentido neoliberal en el resto de Europa. Esto atestigua la "peculiaridad del laboratorio italiano de los años setenta". De hecho, el NHS nació de la sinergia entre las luchas sindicales y obreras, las demandas feministas y estudiantiles, y de la visión compartida de "la salud como un hecho social y político (social en su génesis y político en su resolución)". En el SNS confluyeron ambición universalista y exigencias democráticas, en virtud del cual se optó por un modelo descentralizado, cercano a los problemas reales de la población, y con un enfoque privilegiado en la prevención. Gracias a estos factores, el Servicio Nacional de Salud italiano siguió siendo durante muchos años un punto de referencia internacional.

Pero la situación actual parece muy diferente. Hoy en día, el NHS está fragmentado en muchos pequeños sistemas de salud regionales, cada vez más absorbidos por la lógica del mercado, y muestra su incapacidad para garantizar una equidad efectiva en la atención a la población. Las razones de este declive son numerosas y complejas, y sólo en parte se pueden atribuir a la austeridad neoliberal.

Si por un lado la institución del NHS ha superado el modelo paternalista de la Mutua, por otro ha reforzado ese proceso de "monopolio de los cuidados", cuya genealogía Foucault remonta al siglo XVIII en Occidente. La institución sanitaria ha ido absorbiendo poco a poco todo el ámbito de la atención. La definición misma de "salud" y "enfermedad" se ha convertido en prerrogativa de las clases dominantes, y ya no es una expresión de lo que se desarrollan las poblaciones y las diferentes culturas. De un instrumento de redención política, la asistencia sanitaria se ha convertido en un sistema de poder disciplinario y homogeneizador. Como señaló Illich, la rigidez de las instituciones de salud las ha privado de su convivencia, es decir, de la posibilidad de compartir conocimientos y/o vivir con el conocimiento de otras personas.

Por otro lado, con las familias "nuclearizadas" y privadas de las posibilidades materiales y culturales para ejercer los cuidados, el entorno doméstico se ha convertido en un lugar cada vez más hostil para los ancianos y los enfermos crónicos. La hospitalización ha aumentado exponencialmente, gracias a una visión distorsionada que ve "prolongar la vida" (a toda costa) como sinónimo de "protección de la salud". En este culto a la longevidad, que impregna la ideología subyacente de la tecnociencia liderada por Estados Unidos, vislumbramos el antiguo y loco sueño de la inmortalidad. La muerte deja de ser un hecho natural, es sólo un accidente, y como tal no debe aceptarse sino combatirse técnicamente. La furia terapéutica que produce esta no relación con la muerte, en la que todavía juega un papel un cierto catolicismo oscurantista, se traduce en la cronicidad de muchos enfermos terminales. Las tensiones entre los trabajadores sanitarios, frustrados por tener que "curar" a pacientes sin perspectivas de mejora, y un tejido social que ya no puede hacerse cargo de los familiares, miden plásticamente todas las cuestiones críticas en curso.

Es contra estas cuestiones estructurales críticas donde la austeridad -impuesta por decisiones políticas precisas- ha lanzado su ataque mortal. En Italia, el gasto sanitario ha estado en constante descenso desde 2011, con un proceso de revisión del gasto del sector sanitario que ya en 2012 el Tribunal de Cuentas consideró "la experiencia más avanzada y completa de lo que debería ser un proceso de revisión del gasto". Se ha empobrecido deliberadamente al público en beneficio del sector privado, con el recurso casi forzado a la subcontratación más o menos directa: pensemos en cómo las largas listas de espera obligan a la gente a recurrir a centros afiliados para realizar diagnósticos instrumentales (para aquellos que pueden permitírselo). ) o cómo los "operadores simbólicos" abordan la escasez de médicos en las salas de urgencia. Pero la lógica del mercado contamina al sector público desde dentro. Esto ya lo vemos con el sistema DRG, que asigna un "precio" a cada patología en función del cual se paga al hospital. Las empresas hospitalarias, como cualquier otra empresa, se ven inducidas a hacerse con los GRD más rentables y a tratar de mantener, año tras año, cantidades iguales o mayores de ese GRD determinado. Aquí la Sanidad desenmascara su nueva naturaleza, que no es la de guardiana de la salud, sino la de "incubadora" de enfermedades. La enfermedad se convierte a todos los efectos en una mercancía, y el hospital es la fábrica responsable de su procesamiento. Ni que decir tiene que reducir la incidencia de las enfermedades mediante la prevención tiene cada vez menos interés: tanto porque no es tan rentable como porque equivaldría a privarse de los bienes de los que la empresa obtiene beneficios (menos enfermedades = menos GRD pagado). Por último, porque significaría reconocer el carácter social de la mayoría de los males, lo que nos obligaría a cuestionar todo el sistema capitalista. Me parece claro el impasse político y bioético en el que ha caído el NHS.

Y, sin embargo, los debates internos sobre salud son pocos y se centran casi exclusivamente en la cuestión salarial. Pero aumentar la financiación no es suficiente para superar este estancamiento. Lo que se necesita ante todo es una conciencia colectiva de cómo la lógica del mercado es incompatible no sólo con la equidad de la atención, sino con el derecho mismo a la protección de la salud. En segundo lugar, debemos abandonar el actual enfoque elitista-corporativo de la clase médica y admitir que no hay verdad, porque no existe un concepto único de salud. Para ello es necesario "redemocratizar" los conceptos de salud y enfermedad, para enmarcar las patologías ya no como un problema exclusivo del individuo, sino en su dimensión social. Por último, es necesario impulsar la territorialización de los Cuidados, implicando activamente a los mutualismos desde abajo.

Difundir el conocimiento científico y compartir los medios para producirlo, incluso devolverle la convivencia, no equivale a dar lugar a gurús o a falsos curas; al menos no más de lo que ya está sucediendo (pensemos en el turbio sector nutracéutico). Difundir conocimientos y resocializar los cuidados es el único remedio real para hacernos menos manipulables y recuperar el control de la gestión de nuestras vidas.

Ricardo Ricceri

http://sicilialibertaria.it
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