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(ca) Spaine, Regeneracion: Qué puede aprender el movimiento libertario de las instituciones estatalistas? (de, en, it, pt, tr)[Traducción automática]

Date Wed, 2 Jul 2025 07:20:46 +0300


Uno de los procesos más comunes en la psicología humana es la generalización. Mediante cierto tipo de razonamientos asumimos como verdades generales sobre personas, objetos y constructos que se presentan de manera particular o contextualizada. Tiene un profundo sentido evolutivo, pero nubla los análisis detallados de la realidad. De hecho, como ocurre con los demás procesos ilógicos1, la generalización sucede de forma más pronunciada cuando median emociones intensas, positivas o negativas. Está detrás, junto con otros fenómenos psicosociales, de cuestiones como el racismo o los cotilleos2.

El movimiento libertario no está libre de procesos de generalización. Los individuos que lo conformamos asumimos concepciones y opiniones globales sobre diferentes cuestiones basándonos en nuestra ideología e ideas preconcebidas, también cuando nos referimos a las instituciones estatistas. Hay numerosas críticas que hacerle a los estados plutocráticos modernos, a la «democracia» representativa, al estado nacional, etc. Abunda en nuestros espacios la literatura al respecto, pero ¿qué puede aprender el movimiento libertario de estas instituciones?

Podríamos pensar que no hay nada que sacar en claro, que todo el sistema es corrupto y abogar por un reinicio total, tabula rassa, y comenzar a construir una sociedad libertaria. Sería legítimo pensarlo, sin embargo, hacerlo sin un análisis detallado también sería caer en la generalización. Las instituciones estatales -y, aunque fuera de nuestro análisis, otras como la iglesia o las meramente económicas como corporaciones y cooperativas- pueden inspirarnos aprendizajes útiles; al fin y al cabo, llevan existiendo siglos, surgiendo de procesos psicológicos y sociológicos complejos y dejándose moldear por ellos.

Hagamos un ejercicio de apertura intelectual y contemplemos las instituciones con una mirada optimista y, sobre todo, extractiva.

Estructura, autoorganización y cohesión grupal

Definamos «instituciones estatistas». Nos referimos aquí a aquellos organismos que forman parte del estado y le dan soporte. Pueden estar más o menos integrados, ser más o menos autónomos, pero todos ellos se caracterizan por (1) cumplir procesos esenciales para la supervivencia del estado en todas sus dimensiones, (2) jugar dentro del sistema político y económico capitalista -aunque lo puedan criticar abiertamente-, (3) responder ante el corpus legislativo y el aparato burocrático, y (4) tener una estructura interna más o menos establecida3. Así, podemos pensar en organismos como los ministerios, las direcciones y secretarías de estado y autonómicas o los municipios, pero también en entidades como Cruz Roja, Médicos Sin Fronteras y demás organizaciones del tercer sector, que sabemos que se legitiman a través de parchear déficits en la cobertura asistencialista de los estados (el extremo práctico del «estado ampliado» propuesto por Gramsci).

Como podemos comprender, desde la perspectiva libertaria usualmente se rechazan activamente los tres primeros ejes, pero existe la posibilidad de enriquecernos de los procesos internos de organización de estas estructuras. La autoorganización caracteriza al movimiento, pero para una autoorganización eficiente se necesita información y experiencia sobre cómo un grupo de personas puede alcanzar una serie de objetivos -internos o externos- con intencionalidad. Hay lugar para la espontaneidad, desde luego, pero solo las perspectivas más anarcoindividualistas apostarían todas sus fichas a este número.

En primer lugar, estas entidades estatistas suelen dotarse -aunque no siempre- de una estructura jerarquizada centrada en la transferencia vertical de poder: el ministerio determina lo que hace la dirección, esta lo que hace la subdirección, esta lo que hace la secretaría... Dejando de lado la cuestión autoritaria, sería naif negar la existencia de relaciones de poder en todas las interacciones humanas4, y sobre todo en las relaciones de corte organizacional, por lo que desde los movimientos libertarios debemos tomar nota del complejo gradiente de autoridades y figuras de poder que encontramos en las instituciones y las dinámicas que se establecen entre ellas.

El primero de los fenómenos del que podemos hacernos eco es el hecho de que basta la mera concepción de un conjunto de personas como «grupo» para que surjan comportamientos que favorecen al propio grupo y perjudican a los que no forman parte de él5. Aplicado a lo que nos concierne, esto debe suscitar un especial cuidado a la hora de particularizar funciones dentro de grupos autoorganizados, especialmente funciones de alto valor de gestión (por ejemplo, relaciones externas, dinámicas internas, preservación de información), ya que la mera designación, elección o creación voluntaria de grupos de trabajo, comisiones, comités, etc., puede inducir la elitización de los comportamientos de las personas que los componen. El beneficio para el propio grupo pasa a significar, por tanto, la perpetuación del statu quo y el mantenimiento de las personas que están «por debajo» en esos mismos peldaños inferiores, o más abajo si cabe.

¿Qué nos dice la Psicología que podemos hacer? Aquí la cuestión reside en la categorización social: categorizamos la realidad social y desarrollamos diferentes identidades colectivas basándonos en los grupos a los que percibimos que pertenecemos. Como el ser humano siempre busca autopreservarse, sobrevivir (lo mejor posible), buscamos identidades colectivas positivas, beneficiosas y de mayor estatus, por lo que, en caso de tener que crear grupos funcionales delimitados dentro de movimientos autoorganizados, podemos evitar la acumulación de poder mediante (1) desdibujar las fronteras de dichos grupos, favoreciendo la entrada y salida de personas o haciendo que determinadas funciones u objetivos sean compartidos con otros grupos existentes; (2) crear identidades globales fuertes, incrementando el tiempo de trabajo en grupos generales frente a los más especializados/reducidos, fomentando la cohesión social de todo el movimiento y configurando comunidades informales que no se reduzcan a las fronteras de dichos grupos de trabajo; y (3) extrayendo en la medida de lo posible la toma de decisiones de los grupos específicos hacia los grupos más generales o el colectivo en su totalidad.

Las relaciones de poder son más que comportamientos individuales, son fruto de una dinámica interpersonal e intergrupal compleja. No basta con establecer contrapesos, mecanismos de control e incluso vigilancia constante, debemos analizar las dinámicas grupales de nuestras organizaciones y sindicatos para determinar si existe un proceso latente de elitización. Aunque en las instituciones estatistas este proceso jamás se limita, y comúnmente se promueve, la férrea asignación de competencias y jerarquías induce procesos de control secundarios a las dinámicas grupales informales.

Conviene dedicar un poco de nuestro tiempo en los movimientos libertarios para debatir y consensuar las funciones, objetivos y, si acaso, competencias de los grupos especializados que creamos para evitar lagunas de las que nos podamos aprovechar, y cualquier propuesta de cambio debe ser analizada con sumo detalle. Además, como ya hemos comentado, no es recomendable ceder soberanía a grupos especializados.

Por otro lado, sabemos que las instituciones se vuelven más ineficientes cuantos más mandos intermedios designan, al tiempo que se reduce la acción directa. Esta realidad puede deberse tanto al alejamiento del poder de las bases, que ya caracterizamos como indeseable, como al incremento de la burocracia procedimental, de la que hablaremos más adelante.

Comunicación interna y transparencia

Una crítica consistente a las instituciones estatalistas es la falta de transparencia. Parece que esta crítica tiene una dirección correcta: los organismos estatales esconden cuanta información pueden si eso les beneficia, pero se olvida que en diversas ocasiones el terreno es además fértil para esta corrupción, pues las comunidades y los individuos se desentienden de los procesos informativos y los dejan en un segundo plano en su propia jerarquía atencional. Si nuestra cultura y educación hicieran hincapié en que toda acción o decisión tomada debe ser comunicada a los colectivos que les pueda afectar, y que toda esta información debe recibir un momento de nuestra atención, estaríamos ante un panorama diferente.

Desde los movimientos libertarios nos beneficiaríamos al fomentar una cultura organizacional basada en la comunicación eficiente, de tal forma que se perfeccionen, mantengan y usen regularmente los medios de transmisión de información propios al tiempo que los miembros sean conscientes de la importancia de estos procesos comunicativos. También puede ser una estrategia eficiente delimitar mediante consenso qué tipo de información debe ser transmitida, por banal que pueda parecer a la persona implicada o al público, y la regularidad con la que grupos e individuos deben trasladar las acciones y decisiones implantadas.

Tampoco debemos olvidar que la comunicación en persona incrementa las probabilidades de que el mensaje cale en el receptor, por lo que es beneficioso que se retomen y resuman puntos clave, ideas y debates pasados al principio de las reuniones de los diferentes grupos y, especialmente, del colectivo o movimiento en general.

Complementariamente, es preciso atender a los ritmos de cada individuo, pues en todos los movimientos habrá a lo largo de su desarrollo entradas y salidas, y también vueltas. Todos estos cambios individuales pueden suponer un reto para el colectivo objeto, ya que las llegadas son nuevos inputs y nuevas necesidades, las salidas pueden instaurar sentimientos negativos compartidos6 y las vueltas pueden crear tensiones por la confrontación de nueva información con información pasada. Lo que en las instituciones corporativas se denominan protocolos de onboarding y offboarding tiene su origen en una teoría de los Recursos Humanos al servicio de la explotación, pero enraíza con una realidad que no podemos obviar. Así, pensar colectivamente cómo querríamos que nos dieran la bienvenida, cómo nos gustaría marcharnos y cómo sería el mejor proceso de vuelta al contacto con el movimiento supondría una mejora a medio-largo plazo en nuestras organizaciones.

Burocracia

Aunque el análisis extractivista podría desarrollarse más extensamente, el lector crítico llegaría hasta este punto con una idea en la cabeza: «¡qué pereza tanto procedimiento, tanta delimitación, tanta competencia y tanto consenso!». ¿Dónde queda la acción y la práctica? ¿A dónde vamos a parar con todos estos procesos y la burocracia que llevan implícita?

La burocracia recalcitrante de las instituciones estatalistas -sobre todo en el ámbito educativo y sanitario- es un modelo del que huir, claramente. Sin embargo, también puede ser un escenario del que extraer conclusiones prácticas.

En primer lugar, la estructura organizativa democrática genera burocracia. Los dos únicos escenarios resultantes del asamblearismo sin burocracia de ninguna clase (estatutos/reglamentos, actas, formularios, etc.) son la comisiocracia7 y la inoperatividad. Cuanto antes aceptemos que un mínimo de burocracia va a ser necesario para la autoorganización, antes podremos centrarnos en cómo evitar enquistarnos en ella.

En segundo lugar, sabemos que la burocracia aleja a las bases. Basta analizar los procedimientos que tenemos que llevar a cabo para elevar una propuesta al congreso o tramitar un cambio de médico o de matrícula. Así, es necesario mantener presente la idea de conservar siempre el nivel mínimo de burocracia posible, sabiendo que las organizaciones siempre tienden a complejizarse y a incrementar el tamaño de su estructura.

Entonces, ¿dónde está ese equilibrio? Cada movimiento y colectivo tendrá su casuística particular, y solamente mediante el debate y el análisis pormenorizado, e incluso la prueba-error, sabremos qué nos puede servir. Sin embargo, los movimientos internos en los propios organismos institucionales (cuando crean o diluyen grupos de trabajo o subórganos, cuando reforman reglamentos o instauran alguno nuevo, etc.) nos permiten deducir dos advertencias: que la burocracia debe venir antes del establecimiento de cualquier estructura interna y que, por mucho esfuerzo y tiempo que le dediquemos, individual o grupalmente, nunca conseguiremos una burocracia perfecta.

Sería preferible crear, por el contrario, una burocracia de mínimos que aborde los procedimientos más sensibles o más fácilmente operativizables y saber dejar abiertos aquellos ámbitos que no podemos regular, que se regirán por la galaxia de circunstancias del momento y que, por tanto, recaerán en el debate y posterior consenso o disenso general8 del propio colectivo u organización. Este proceso, tal y como ocurre en determinados estados globales, genera una suerte de «common law», una jurisprudencia que se manifiesta en forma de experiencia organizacional y conocimiento colectivo y sienta las bases para futuras decisiones sin huir de su practicidad.

Conclusión

El movimiento libertario es abierto e inquieto por naturaleza, y esto le permite, al contrario que muchas otras ideologías existentes, nutrirse de aquellos que parecen ser los antagonistas clave en este caso: las instituciones políticas y económicas.

Un aparato estatalista elefantiásico como los estados del bienestar en decadencia en los que vivimos en el norte global son dignos de estudio para encontrar aquello de lo que podemos aprovecharnos y aprender, así como para entender los puntos débiles del sistema.

Daniel González Pérez - Grupo de Autoformación Libertaria de Compostela

1. Nos referimos en este caso, en lenguaje técnico, a los «heurísticos», un tipo de estrategia cognitiva basada en la experiencia que prima la eficiencia/rapidez por sobre la exactitud (APA, 2025).
2. En psicología más comúnmente denominado «rumor», tal y como propusieron Allport y Postman con su «teoría del rumor»
3. Por cuestiones operativas, dejaremos fuera de esta definición a los individuos particulares, si bien a veces representan una institución.
4. Sea desde una perspectiva psicosocial amplia o desde un análisis profundo de género.
5. El llamado «paradigma de grupo mínimo», propuesto por H. Tajfel, que también teorizó sobre la categorización social, de la que hablaremos más adelante.
6. Originados tanto por el vacío debido a la salida como por las sensaciones instauradas en la persona que se va, pues, seguramente, no pierda las conexiones informales con el resto de componentes del colectivo y comparta dichas sensaciones.
7. En los movimientos libertarios encontramos diversos procesos naturales que limitan la aparición de liderazgos autocráticos, pero la voluntad de operativizar la acción directa puede llevar al establecimiento de «comisiones» que controlen en la práctica todo el movimiento. «Comisiocracia», por lo tanto, hace referencia a la aparición de valores tecnocráticos o propios de democracias representativas en espacios supuestamente horizontales o asamblearios.
8. Recordemos que, desde una perspectiva integral y de la gestión de los conflictos, cierto grado de disenso no solo no es perjudicial, sino que beneficioso para las organizaciones.
9. Referímonos neste caso, en linguaxe técnica, ós «heurísticos», un tipo de estratexia cognitiva baseada na experiencia que prima a eficiencia/rapidez por sobre a exactitude (APA, 2025).
10. En psicoloxía máis comunmente denominado «rumor», tal e como propuxeron Allport e Postman coa súa «teoría do rumor».
11. Por cuestións operativas, deixaremos fóra desta definición ós individuos particulares, se ben ás veces representan unha institución.
Sexa dende unha perspectiva psicosocial ampla ou dende unha análise profunda de xénero.
O chamado «paradigma do grupo mínimo», proposto por H. Tajfel, que tamén teorizou sobre a categorización social, da que falaremos máis adiante.
Orixinados tanto polo baleiro ocasionado á saída como polas sensacións instauradas na persoa que marcha, pois, seguramente, non perda os fíos informais co resto de compoñentes do colectivo e comparta ditas sensacións.
Nos movementos libertarios achamos diversos procesos naturais que limitan o xurdimento de liderados autocráticos, pero a vontade de operativiza-la acción directa pode levar ó establecemento de «comisións» que controlen na práctica tódolo movemento. «Comisiocracia», xa que logo, fai referencia ó xurdimento de valores tecnocráticos ou propios de democracias representativas en espazos supostamente horizontais ou asemblearios.
Lembremos que, dende unha perspectiva integral e da xestión dos conflitos, certo grao de disenso non só non é prexudicial, senón beneficioso para as organizacións

https://www.regeneracionlibertaria.org/2025/05/26/que-puede-aprender-el-movimiento-libertario-de-las-instituciones-estatalistas/
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